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MENTES SANAS Y FELICES

  • Por Antonia Regojo, Psiquiatra y Psicoterapeuta
  • 30 mar 2016
  • 4 Min. de lectura

La mente no es tan misteriosa como parece, al menos para los que somos profesionales en este campo. Nuestra mente es, en muchos sentidos, comparable a nuestro cuerpo. Puede ser una fuente de disfrute, pero también de sufrimiento. En el colegio nos enseñaron muchas cosas, pero poco nos hablaron de la mente y sus entresijos, las emociones y las relaciones… aunque si nos enseñaron cómo funciona el cuerpo, que hay que hacer para mantenerse sano (ejercicio, alimentación,..), cuándo hay que meterse en la cama, ponerse una bufanda, o acudir a nuestro médico de cabecera si nos sentimos mal. Espero que este artículo sea una ventana a ese mundo tan apasionante e importante que es nuestro mundo psíquico, nuestra mente. Un mundo que podemos llegar a comprender si nos interesamos en él y aprendemos a cultivarlo, mimarlo y alimentarlo regularmente para mantenerlo lo más sano posible, ya que una mente sana nos permite ser felices y hacer felices a los demás.

¿CÓMO CUIDAMOS DE NUESTRA MENTE?

De manera muy parecida a como cuidamos nuestro cuerpo:

- Protección y nutrición. Tenemos que aprender a escuchar a la mente y sus necesidades. Al igual que el cuerpo, si la mente no está protegida y no sabemos darle el descanso, el alimento y la protección que necesita, puede llegar a enfermar. Debemos aprender a protegernos de estrés excesivo, humillaciones, sobreestimulación... y, a su vez, nutrirnos de buenas experiencias, de personas que nos quieren, satisfacción en el trabajo, y también de satisfacciones intelectuales como el cine, la literatura y el arte. Una vez cubiertas todas estas necesidades básicas, necesitamos colmar una última que, muchas veces, no contemplamos. Necesitamos pertenecer a algo más grande que nosotros: un proyecto, una idea…. Por ejemplo, devolver algo bueno al mundo, contribuir al bienestar de otros, participar en un grupo que protege la naturaleza, etc.

- Curiosidad. Igual que el cuerpo, la mente nos va dando pistas de por dónde hay que cuidarlo. En el cuerpo, puede ser un dolor de cabeza o un dolor muscular. En la mente, puede ser un pequeño malestar, incomodidad o ansiedad leve. Si nos pasa en el cuerpo, pensamos: ¿de dónde viene esto?, ¿me he esforzado demasiado?, ¿no he dormido bien?, ¿he levantado demasiado peso?. Pero, cuando el malestar es mental, no estamos acostumbrados a investigar. A la mayoría nos incomoda el dolor psíquico, y no nos gusta pensar en nuestras vulnerabilidades. Ante un malestar emocional, lo que debemos hacer es preguntarnos: ¿de dónde viene eso?, ¿me ha molestado lo que me ha dicho esta persona?, ¿por qué?, ¿me he sentido rechazado o quizás humillado? La mayoría de las veces pensamos: ¿de qué sirve darle vueltas a eso? ¡Ya se pasara! Sin embargo, pararnos a pensar en nuestras emociones es nuestra mejor protección y, si ejercitamos esa curiosidad, recogeremos los frutos, ya que cuando nos hacemos esas preguntas estamos empezando entender y cuidar las necesidades de la mente.

- Saber cuándo pedir ayuda. Cuando hemos pasado épocas difíciles, con muchos conflictos, separaciones, estrés o situaciones vitales traumáticas, puede ser que los cuidados del día a día no sean suficientes. A la mente le pasa como al cuerpo cuando ha llegado a un límite y cae enfermo. Una gripe, una enfermedad de la piel, una hernia,… son situaciones en las que el cuerpo no ha conseguido mantenerse sano y necesita ayuda. En el plano emocional puede ser: un divorcio, la muerte de un ser querido, un exceso de estrés debido a una enfermedad crónica, o problemas en el trabajo. Muy a menudo son las situaciones mantenidas en el tiempo las que nos debilitan más, a veces tan poco a poco que nos cuesta identificar el grado de salud que hemos perdido. Cuando se trata de la mente, nos cuesta pedir ayuda. Sin embargo, si hemos cuidado nuestras emociones, nos hemos protegido y nutrido emocionalmente, y nos interesamos por ella, lo más probable es que sepamos cuando buscar apoyo.

LOS BENEFICIOS DE CUIDAR NUESTRA MENTE

Proteger y alimentar nuestra mente, tener curiosidad y saber cuándo pedir ayuda nos puede beneficiar de tres maneras:

- Conocernos más a nosotros mismos: qué nos gusta, qué nos incomoda y por qué, nuestros miedos y nuestras pasiones, nuestros sueños y aspiraciones, lo que nos duele, los que nos hace sentirnos dichosos. Esto nos acercará a nuestras metas en la vida.

- Cuidarnos más a nosotros mismos. Cuando estamos al tanto de nuestras emociones, podemos ser más comprensivos con nosotros mismos, tener compasión o saber cuándo nos podemos exigir más. Por ejemplo, si cometemos un error en el trabajo, entender los factores emocionales de nuestro error hará que seamos menos críticos con nosotros mismos y más activos en subsanar el error y evitar que vuelva a pasar en el futuro.

- Cuidar más a los demás. Al estar más en contacto con nuestras necesidades y sentimientos, nos damos más cuenta de las de los demás. La mayoría de las personas se vuelven mucho más amables y consideradas cuanto más entienden a los demás. Puede ser que un amigo nos haya ofendido con algo que nos ha dicho. Es importante saber qué sentimos y por qué. También es importante mantener la curiosidad sobre las intenciones y motivaciones de nuestro amigo.

Muchas de las dificultades que vemos en consulta como ansiedad, depresión, miedo,… son sencillas de solucionar. Vienen de no entender qué necesitamos y de no saber cómo funciona nuestra mente. Y eso es una muy buena noticia, porque significa que la solución está en nuestras manos. Entender bien nuestras necesidades es la gran clave de toda nuestra salud: física y mental.

Mantener una mente sana es crucial y requiere trabajo diario. Y no olvides que pedir ayuda profesional por lo que parece una "pequeñez" es, con frecuencia, la mejor decisión que se puede tomar. Démosle a la mente la importancia que se merece.

 
 
 

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